Nací en un país en guerra.
Mi bisabuela, mi abuela, mi madre, mis hermanas y yo crecimos en un país en guerra. 
Somos de un lugar en donde la cortesía sirve para ignorar la aniquilación que nos rodea. 
El patriarcado colonial y capitalista se expresa en los cuerpos con la misma violencia que en los territorios.

Inscribirme en las coordenadas de la historia tanto de mi país como de las mujeres, ha sido un camino para reparar, transformar y  politizar mis procesos personales.

Somos producidas con un diseño muy minucioso, al  confiscarnos la fuerza en nombre del amor romántico,  se ejecuta el saqueo de nuestra potencia.

 
«Ser dueña de casa no tiene nada de natural, tanto, que lleva al menos veinte años de socialización y capacitación diaria, llevada a cabo por una madre no remunerada, para preparar a su hija para este papel, para convencerla de que los hijos y el esposo son lo mejor que puede esperar en la vida” (Silvia Federicci)


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